Cuando en España empezamos el confinamiento, la mayor parte del mundo aún no sufría los
peores efectos de la pandemia.
Han pasado 50 días desde que me quedé en casa. A lo largo de las semanas se han ido uniendo
al confinamiento muchos países, entre ellos México, Francia, Estados Unidos, Canadá…son
precisamente los países de donde proceden el resto de las compañeras y compañeros que día a
día buscamos alivio y crecimiento en nuestras reuniones de grupo, en las reuniones de NAEL.
A las 10 am en horario del centro de México, a las 11 am en Canadá, la 1 pm en Colorado y las 5
pm en Francia y España, realizamos nuestras juntas gracias a internet. En estas reuniones he
encontrado un refugio ante el miedo y la ansiedad que me produce esta situación inédita e
inesperada: la pandemia por coronavirus.
El programa de 12 pasos y el grupo me han proporcionado muchos recursos para sobrellevar
con más tranquilidad todas estas semanas.
He podido contar con el apoyo de mis compañeras y compañeros, que me han escuchado
pacientemente hablar de mis temores y de mi frustración. También les he escuchado a ellos, y
eso me ha permitido salir de las preocupaciones propias y darles el mismo apoyo que me han
dado a mí.
Las reuniones me han permitido ampliar la visión de las cosas. Ha sido muy importante escuchar
cómo mis compañeras y compañeros han podido aceptar las situaciones y a las personas con las
que tenían que tratar día a día. La convivencia con la familia ha sido mucho más fácil al darme
cuenta de que los demás tienen derecho a pensar y a sentir de forma diferente a la mía. El
compartir en las reuniones, también me ha ayudado a no discutir ni a quedarme rabiosa o
resentida con las personas que no respetan las normas para prevenir el contagio.
El concepto de aceptación que trabajamos en el grupo, me ha permitido salir a la calle más
tranquila. Me daba y me sigue dando miedo contagiarme cuando salgo a la compra o a llevar la
basura al contenedor, pero ahora ya no me siento preocupada y tensa todo el tiempo.
Ahora que pronto tendré que salir a trabajar, el grupo me recuerda que puedo actuar con calma,
que puedo soltar el control de la situación y dejarla en manos de algo más eficaz que yo misma:
la idea de un dios hecho a mi medida.
No importa si el día ha sido bueno o malo, si los datos de contagio han disminuido o han
ascendido, sea como sea, todas las tardes siento la alegría y el alivio de saber que el grupo está
ahí, creando un espacio seguro donde desahogarnos y reflexionar. Donde dar y recibir atención
y comprensión.

Irene.